Las ciudades se reinventan con el turismo cooperativo
17 de abril de 2017
A 152 km de la ciudad de Buenos Aires se encuentra un pueblo de menos de 1000 habitantes denominado Pipinas, el mismo fue fundado en el año 1913, momento que se instaló una empresa cementera, importantísima para la industria nacional argentina, que al tiempo fue cerrada. Tras el cierre el pueblo quedo en el olvido hasta que un grupo de habitantes lograron la reconstrucción de la ciudad a través de la Cooperativa de Trabajo Pipinas Viva, en donde pudieron recuperar un hotel con base comunitaria.
En 1938, la Corporación Cementera Argentina, interesada en aprovechar los grandes yacimientos de conchilla de la región, llego con mil obreros que construyeron la fábrica y el Hotel. Finalizando la obra monumental en un año y medio más tarde en 1939. Esta fábrica tenía su propia usina y el horno cementero más grande de Sud América. Empleaba alrededor de 350 personas, todas habitantes de la ciudad de Pipinas.
La ciudad se construyó al amparo de la fábrica pero en 1991 otra empresa cementera, compró la fábrica y hubo despidos en masa. Los obreros con más antigüedad fueron jubilados con el 80% de su sueldo y los otros, trasladados o indemnizados. Una década más tarde la fábrica solo producía cal y no quedaban sino 28 empleados; alegando una caída en la demanda anuncio su cierre total para el 17 de Mayo de 2001. Si bien era previsible, tuvo un fuerte impacto emocional para la comunidad.
En el 2003 Pipinas tenía más de 60 casas desocupadas y una población reducida de solo 900 habitantes. De estos, el 30% vivía principalmente de su jubilación, el 15% de su indemnización y otro 30% por ciento recibía subsidios. La tasa de desocupación rondaba el 65% y la esperanza de medidas políticas, cero. En este pueblo que solo había perdido importancia, ya no cabía pensar que alguien que no fuera de él, se interesara en su suerte.
Es por ello que un grupo de jóvenes nativos del lugar quisieron recuperar aquello que había quedado olvidado, la cooperativa toma posesión en el año 2004, poniéndose manos a la obra de su renovación. Juntó conocimientos, recursos, esfuerzos y sobretodo dedicación y logró abrir el camping en el fondo de la finca el año siguiente y en 2006, el hotel abrió sus puertas al público. Y el público vino, gracias a la publicidad que la cooperativa sabía hacer y notas que aparecieron en diarios de las ciudades de Buenos Aires y La Plata.
El hotel, que cuenta con 16 habitaciones y 35 plazas es alegre, casi pintoresco y alejado de la carretera, ideal para el descanso, hay comida casera en el restaurante, les alquilan bicicletas y les hacen visitas guiadas a todo aquel que llegue hasta allí.
El renacimiento de Pipinas no se ha limitado a la cooperativa. Paralelamente con esta han ido desarrollándose otros micro-emprendimientos y si bien ninguno de estos alcanza la importancia del hotel, tienen más peso económico en su conjunto y son más asociados con Pipinas en el concepto popular, el mismo está orientado a valorar, difundir y preservar las culturas, diversificando la base económica pero alentando la protección de los recursos que poseen sus miembros en comunidad como ritos, fiestas, bosques, paseos para el desarrollo social equitativo.
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